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miércoles, 21 de octubre de 2009

Piratas y hadas.

~

Vestida para un funeral,

Con los zapatos negros de charol y unas flores entre las manos,

Con el corazón en la boca y el alma guardada en uno de mis bolsillos.

Mirando afuera-adentro, desde los vitrales del más allá,

Donde tantas veces me creí huésped,

Cuando en realidad nunca fui si quiera capaz de cruzar la puerta.

Me atemorizaba tan sólo la idea de pararme en el umbral,

Muy a pesar de su belleza casi hipnotizante,

Que me envolvía en un sin número de olores que me remontaban al paraíso,

(al pasado lejano), -un presente que ya no existe-

¡Casi como confabulación cósmica!

Rompiéndome la cabeza pensando en el poder-no poder,

En el deber-no deber, en el hacer-no hacer.

Meditando tanto… y ¿para qué?

Destruir, fallecer, desaparecer, morir…

Y pensar que tantas veces las creí mis deseos,

Cuando en aquellos momentos sólo se trataba de palabras vacías,

Cuando realmente lo único que podía desear era seguir con vida,

Continuar a pesar de todo, a pesar de la angustia,

A pesar del dolor, del tedio, de mi propia cobardía

Y del recelo de volver a hacerme crédula.

Crédula a la vida, crédula a la gente, crédula en mí misma…

Al final comprendo que el único temor,

Es amar demasiado, hasta el punto de desfallecer,

Hasta el punto de abandonar toda cuota de egocentrismo,

Hasta el punto de ya nunca querer partir…

¡Todo se va!

La vida es tan efímera, tan irreal como un espejismo,

Escurridiza hasta el último segundo, hasta el último aliento,

Ese que nos hace regresar hasta el primer día y darnos cuenta

De que el ser humano, el una de las criaturas más sorprendentes

Capaz de errar, aprender, amar, odiar, olvidar, vivir y morir…

Todos nos movemos, -más cerca, más lejos, más cerca, atemorizántemente cerca-

Pero supongo que es lo maravilloso ¿no?

El hecho de no acabar nunca en el mismo punto,

La forma en que en un momento, planeamos,

Trazamos un camino, un cierto “destino”

Y sin embargo es estúpido intentar seguir esa ruta,

El viento siempre nos acaba llevando hasta los lugares más inesperados,

Esos con los que soñamos cuando éramos niños,

Cuando aún creíamos en los cuantos de hadas

y de aventuras de piratas con un solo ojo…

Se supone que al crecer, todo eso se esfuma, se pierde junto a la inocencia

Y se cambia por aburridas responsabilidades.

Pero… al estar al borde del abismo,

¿En qué pueden ayudarme aquellas responsabilidades?

La puntualidad, el trabajo, el dinero,

¿Acaso eso cambiará el deseo de saltar?

El deseo de caer sin poder ver el fondo,

-nada puede detenerlo-

El deseo imperante del conocimiento de mis propios límites,

Sólo así, frente a frente con la muerte;

Es cuando decidimos el verdadero camino,

Sintiendo el viento en los cabellos y el vértigo en el estómago,

Es cuando descubro que lo que deseo no es saltar,

Son sólo las ganas de poder seguir creyendo en piratas y hadas…

-el mundo de los niños, es la sabiduría convertida en felicidad-

3 Parpadeos:

Irene Domínguez dijo...

Morir llena, no vacía.
(Y a ser posible de piratas y hadas.)

Patty dijo...

Hermosa entrada. Me gustó mucho y pienso seguirte leyendo.

Yo tampoco quiero saltar.

Saludos

MAR dijo...

Yo he querido saltar mil veces...pero el amor de mis hijas y aún tener ilusión por que la amigabilidad existe en el mundo...me mantiene aquí...para compartir y conocer gente tan linda como tú.
Besos para ti nueva amiga.
mar