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viernes, 17 de septiembre de 2010

Del mal de amor.



Minerva miraba extrañada los ojos del joven, tenían un brillo particular, pero de sus adentros se venía acercando la más completa oscuridad.

-Se le ha ido la vida- dijo el doctor. La muchacha calló un segundo y luego exclamó horrorizada:

-¡No!, ¡Usted lo ha matado!- El doctor la observó de pies a cabeza, con aires de desprecio y le dijo: -Fue usted quien lo asesinó, fue usted quien tomó su vida.- Minerva dejó salir un sollozo -¿cómo pudo ser?- El doctor cambió su semblante, hasta llegar al punto de sentir lástima por la criatura, contempló por unos minutos a la joven en silencio, colocó su mano en la espalda de Minerva y le dijo: -Lo siento, yo no pude hacer nada, él le entregó el corazón, el jovencito Eliot ha muerto del mal de amor.-

Minerva sabía que había algo especial en aquel sujeto ¿cómo explicar tan repentino dolor por la muerte de un completo extraño?, después de todo, era la primera vez que lo veía, ella acababa de llegar de Francia a la casa de su tía en Toscana y al bajar de su carruaje cruzó su mirada con la de "ese niño de mirada especial." Así permanecieron por algunos instantes hasta que él rompió el silencio con un "te tardaste" luego de esas palabras en un breve suspiro él perdió la conciencia, así como quien ha gastado todas sus energías en pronunciar apenas dos palabras.

Al salir de la pequeña habitación el doctor le dio a la tía de minerva la triste noticia; la mujer entró al
aposento y abrazó a su sobrina que se encontraba parada en el balcón, como esperando a que mágicamente aquel cuerpo recuperara la vida y le dijera quién era y porque la esperaba.

Minerva estaba como dentro de un trance, ida o absorta en otra dimensión, entonces su tía la tomó por los hombros y la movió con cierta brusquedad para hacerla volver en si. -Minerva, pequeña mía, ¿qué te ha ocurrido?- Minerva como despertando de un profundo sueño miró a su tía a los ojos y le dijo: -Tía Helena, ¿por qué duele tanto el alma?- su tía la miró pensativa y le dijo: -Querida mía, tal vez sea porque se te ha partido en dos.- Minerva algo sobresaltada la miró fijamente y le preguntó: -¿A qué te refieres?-, por favor, dime, ¿quién era ese joven? Helena medito en silencio y pasado unos segundos dijo: -¿Ya no lo recuerdas? es Eliot, el hijo del conde, fue el niño que te salvó aquella ocasión en que por poco te ahogas en el río, de eso ya ha pasado mucho, años, pero él jamás te olvidó; a la semana que siguió a aquel incidente él regresó para saber de ti, pero ya era tarde, tu padre ya había venido por tí para llevarte con sigo a París.- Al escuchar esta historia Minerva tomó su cabeza con un ademán de cierto dolor o molestia y ¿cómo no sentirla si dentro de su cabeza se provocó una verdadera avalancha de recuerdos?. Una niña nadando en el río, el agua entrando precipitadamente por su nariz y su boca, la desesperación de no poder salir hacia la orilla, de no alcanzar con sus cortas piernas el fondo del río, el agua salpicando por los torpes aleteos de unos pequeños brazos cansados y de pronto, cuando ya se creía resignada, unos brazos valientes y firmes la sacaron del agua y la llevaron hasta tierra firme; la pequeña Minerva, en ese entonces de unos cortos diez años de edad intentó abrir sus irritados ojos y logró vislumbrar a un niño de a lo más doce años, él la miró con ternura y le preguntó si se sentía mejor, ella le sonrío y le dijo que sí y que le debía la vida, él la miró serio y le dijo que él le debía mucho más que eso, ella lo miró algo sorprendida y le preguntó ¿por qué?, el joven puso su mano sobre la frente de Minerva y le dijo que él la había estado esperando hacía ya mucho tiempo, tanto que casi había perdido la esperanza de encontrarla, Minerva guardó silencio y se disculpó porque estaba pronta a marchar con su padre rumbo a Francia para aprender a ser una señorita instruida en "las artes de la vida" él la miró algo decepcionado y le dijo que ella ya poseía toda la gracia de las artes y que no había forma de aprender el arte de las artes, que esa experiencia sólo se la podría brindar la vida y que él quería aprenderla junto a ella. Minerva suspiro cansada y algo confundida y se volvió a disculpar por su pronto viaje, él joven la miró y le dijo que no importaba, que él la estaría esperando sin importar nada ni nadie, con un último esfuerzo ella lo miró fijamente a los ojos y preguntó cálida e inocentemente ¿por qué? a lo que el contestó rápidamente "Porque la amo desde mucho antes de haberla conocido". Minerva cerró los ojos y se durmió vencida por el cansancio, al despertar ya se encontraba rumbo a Francia y del episodio anterior tenía a penas borrosos recuerdos, los cuales atribuyó prácticamente a un peculiar sueño o a un juego fortuito de su mente.

Luego de recordar todo aquello Minerva, ahora una joven de veinte años echó a llorar desconsoladamente y le preguntó a su tía como buscando un alivio de qué había muerto Eliot, su tía la miró con tristeza y le dijo que él había muerto "del mal de amor" -Él siempre te esperaba junto a la ventana, estuvo esperándote cada día de su vida, pero con el tiempo se debilitaba, hasta hoy, que al fin pudo verte, creo que era todo lo que él esperaba de la vida, tu regreso, él murió tal vez porque su pecho no fue capaz de contener tanta felicidad, quédate tranquila sobrina, porque Eliot vivirá eternamente en ese último segundo, viéndote a los ojos y admirando a la hermosa dama en la que te has convertido, ahora espera aquí, iré por una taza de té para que te calme los nervios.- Aquellas palabras resonaron en la mente de Minerva: "Admirando a la hermosa dama en la que te has convertido." Fue sólo entonces cuando lo entendió todo, pudo sentir el gran error que había cometido, se levantó, caminó por el corredor atravesando la sala, hasta llegar a la puerta, salió de la casa y comenzó a caminar, sus pies iban hacia algún lugar, pero su mente estaba demasiado ocupada pensando en Eliot y en aquel primer encuentro como para prestar atención de hacia dónde conducía aquel camino, pensó en las palabras de Eliot, en el arte que ella no fue capaz de permitirse encontrar y ¿todo para qué? para perder la mitad de su alma... -pensó- De pronto algo la hizo reaccionar, un sonido que le resultó familiar, ¿agua?, sí, se trataba de aquel río donde se encontró por primera vez con Eliot, ¿se trataba acaso de una casualidad?, ella estaba segura de que no, era la vida obsequiándole otra oportunidad. Minerva se despojó de todas sus joyas, las perlas, los diamantes y los rubíes, también de su costoso vestido y su fino sombrero, después de todo no le servían para recuperar a Eliot.

Minerva comenzó a sumergirse lentamente en el río, primero los pies, luego la cintura, sus pechos y finalmente la cabeza, Minerva ya no sentía que sus pies tocaran el fondo, cerró sus ojos y bebió el agua como si ésta fuera un brebaje especial -Mí pócima de vida eterna- pensó, el agua corrió por todo su cuerpo, por su nariz, por su boca, por sus oídos, el río y ella comenzaban a ser uno. Lo último que pudo escuchar en su cabeza fue "La amo desde mucho antes de haberla conocido", luego de eso ya no supo más, sólo creyó ver un rostro joven y vivaz junto a ella en las profundidades del río, hasta que su cuerpo dejó de respirar y las palpitaciones cesaron, entonces Minerva también partió de este mundo.

¿Para reunirse finalmente con Eliot por la eternidad? ...eso depende que lo que cada uno desee creer...
Y para todo aquel que luego preguntó la causa de la muerte de la señorita Minerva, la respuesta fue: -"Ella murió del mal de amor."-


*Nota al lector (a): Este es un cuento que escribí hace mucho, de hecho creo que es el primero que escribí, lo rescaté de mi antiguo blog (Silogismos de locura y convicción) y ahora lo publico en este nuevo blog porque hace rato que se lo vengo prometiendo a una amiga muy querida... sí, para ti mi niña amante de los lepidópteros. ;D